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María Troncatti: la enfermera que curó cuerpos y almas en la selva amazónica

  • Foto del escritor: Tatty Umaña G
    Tatty Umaña G
  • 18 oct
  • 6 Min. de lectura
Casa Madre Mazzarello
Casa Madre Mazzarello

Desde los campos italianos hasta el corazón de Ecuador, su vida fue una entrega silenciosa marcada por la fe, la ciencia y la compasión.



Hoy tuve la oportunidad de compartir con las religiosas adultas mayores de la comunidad de María Auxiliadora, en la Casa Madre Mazzarello en Bogotá, allí reside, ya en su retiro, Sor Rosanita Umaña, una religiosa salesiana tolimense, que me enseñó desde pequeña el amor por la Virgen María y por una niña maravillosa y hoy beata, Laurita Vicuña, además de ser mi única tía paterna.


Tuve el honor y la alegría de ser invitada a cenar con ellas y allí, en medio de la amena y profunda conversación sobre la realidad de Colombia, la (in)seguridad, la política, el Nobel de María Corina, entre otros temas, me contaron emocionadas la gran noticia de la canonización mañana domingo 19 de la primera religiosa salesiana.


Aquí su historia:


🌾De los campos humildes al llamado del servicio


María Troncatti nació en 1883, en una pequeña localidad italiana, en el seno de una familia campesina pobre pero profundamente creyente. Desde muy joven, la rutina entre los sembrados y el trabajo duro se mezclaba con una vida espiritual intensa, guiada por las enseñanzas de su parroquia. Allí descubrió una vocación que no era impetuosa, sino más bien serena, tejida entre el silencio del campo y la voz interior que le pedía servir.


Su sacerdote, prudente ante su juventud, le aconsejó esperar antes de ingresar a la vida religiosa. María obedeció, aprendiendo la paciencia como una forma de amor. Aquella espera moldeó su carácter, templado por la fe y la obediencia, valores que luego se volverían su fortaleza frente a las pruebas más duras.


🛣️El inicio de un camino consagrado


Fue en 1905 cuando, con el corazón decidido y la mirada puesta en el horizonte de Dios, María ingresó en las Hermanas Salesianas de Don Bosco. Tres años después, en 1908, profesó sus votos en Nizza Monferrato. Su partida dejó un vacío doloroso en su familia; su padre, incapaz de contener la emoción, se desmayó al verla marchar. Era el precio de un amor que se despedía para dar lugar a otro: el amor al prójimo.


Durante su formación, la joven religiosa enfrentó duras pruebas físicas. En 1909 contrajo una grave infección y más tarde padeció fiebre tifoidea. A pesar de su debilidad, se mantuvo firme, confiando en la providencia. Fue entonces cuando el beato Michele Rua, sucesor de Don Bosco, la visitó y le ofreció una bendición que ella consideró un signo de esperanza en medio del sufrimiento.


👩🏼‍⚕️Enfermera en tiempos de guerra


En 1915, cuando Europa ardía bajo el fuego de la Primera Guerra Mundial, María aprobó un curso especial de enfermería. No fue un paso menor: comprendió que servir a Dios también era sanar cuerpos heridos. Desde entonces, su hábito se convirtió en símbolo de consuelo para los soldados enfermos y mutilados. Trabajó con la Cruz Roja y fue destinada a Varazze, en la región de Liguria, donde sus manos aprendieron a unir la compasión con la técnica, la fe con la ciencia.


Los testimonios de aquellos años muestran a una mujer incansable, serena ante el dolor ajeno y siempre dispuesta a escuchar. Su vocación médica no nació del estudio, sino del servicio, ese que no conoce fronteras ni horarios. Entre hospitales improvisados y oraciones silenciosas, su fe se volvió acción.


🚃🚣🏼‍♀️Rumbo a la selva: el viaje que cambió su destino


En noviembre de 1922, María Troncatti recibió una noticia que cambiaría el rumbo de su vida: sería enviada como misionera al Ecuador. El destino era la selva amazónica, una tierra desconocida y llena de desafíos.


Junto a otras religiosas, partió en tren hacia Marsella, desde donde embarcó en un largo viaje en barco hasta Panamá. Después de varias semanas, llegó finalmente a Guayaquil en diciembre de ese año.


El primer encuentro con los pueblos Shuar fue tan intenso como inesperado. Apenas había llegado cuando una tragedia puso a prueba su fe y su valor. Una niña, hija del jefe de una de las tribus, resultó herida por una bala perdida durante un enfrentamiento entre comunidades. La religiosa fue llevada ante los guerreros con una advertencia: si la niña moría, ella también moriría.


Con apenas unos pocos instrumentos y mucha determinación, María improvisó una operación que salvó la vida de la pequeña. Aquella intervención marcó el inicio de un lazo profundo con los nativos, quienes comenzaron a llamarla “Mamacita”. Desde entonces, fue más que una misionera: se convirtió en puente entre dos mundos, uniendo la medicina con la espiritualidad, la cultura indígena con la fe cristiana.



👩🏼‍🏫La misión del alma y la ciencia


En las profundidades de la selva ecuatoriana, Troncatti no solo predicó, sino que curó, acompañó y educó. Su labor como enfermera y catequista fue vital para mejorar la vida de los Shuar. Enseñó principios de higiene, organizó pequeñas escuelas y promovió la participación de las mujeres en la comunidad.


Su testimonio era silencioso, pero poderoso. No imponía la fe; la mostraba con gestos. Cada herida curada, cada palabra de consuelo, era un acto de evangelización sin discursos. Su vida se convirtió en una misión permanente, sostenida por una espiritualidad sencilla y profunda.


En 1968, con 85 años, escribió una carta a sus familiares en Brescia. En ella reconocía su deseo de volver a Italia, pero sabía que su edad y su compromiso hacían imposible el viaje. “Mi lugar está aquí”, decía entre líneas, confirmando que su corazón ya pertenecía por completo a la tierra que había aprendido a llamar suya.



🛩️Un final inesperado en la patria del corazón


El 25 de agosto de 1969, el destino puso fin a su recorrido terrenal. El pequeño avión en el que viajaba hacia Quito se estrelló poco después del despegue, en las cercanías de la ciudad de Sucúa. En aquel vuelo iban también otros dos religiosos, quienes lograron sobrevivir. Ella, en cambio, partió en el aire que tanto amaba, sobrevolando por última vez el bosque que solía llamar “la patria del corazón”.


Su muerte fue un golpe profundo para las comunidades indígenas y para la congregación salesiana. Sin embargo, su legado permaneció vivo entre los pueblos que aprendieron a ver en ella una madre.


🏅El reconocimiento a una vida de virtud


El proceso para reconocer su santidad comenzó en 1986, en la diócesis donde había servido. Tras un minucioso trabajo, se cerró en 1987, y el 12 de noviembre de 2008 el papa Benedicto XVI declaró a María Troncatti venerable, al reconocer la heroicidad de sus virtudes.


Años después, la curación de una mujer ecuatoriana, Josefa Yolanda Solórzano Pisco, fue aceptada como milagro atribuido a su intercesión, lo que permitió su beatificación el 24 de noviembre de 2012 en Ecuador. La ceremonia fue presidida por el cardenal Angelo Amato, enviado del papa.


El papa Francisco aprobó en 2024 la autenticidad de un segundo milagro, lo que abrió las puertas a su canonización. Finalmente, el 13 de junio de 2025, en el consistorio público presidido por el papa León XIV, se decretó que María Troncatti sería canonizada el 19 de octubre de ese mismo año.



👣La huella que deja una santa contemporánea


Más allá del reconocimiento eclesial, la figura de María Troncatti representa un modelo de entrega discreta y universal. Su historia entreteje la espiritualidad con la humanidad, la ciencia con la fe y el amor con el servicio. No necesitó grandes discursos ni gestos heroicos: bastó su constancia, su ternura y su convicción de que curar un cuerpo también era sanar un alma.


Hoy, su nombre resuena no solo entre los fieles, sino también en quienes ven en su vida un testimonio de empatía en tiempos de distancia. En cada comunidad indígena que la recuerda, en cada enfermera que trabaja con dedicación silenciosa, vive el eco de su legado.


Porque María Troncatti fue, y seguirá siendo, una mujer que creyó en la fuerza del bien cotidiano, en el poder de la esperanza y en la certeza de que servir es otra forma de amar.



👉 “Pobre y serena fe al prójimo con esperanza: la ciencia y el servicio, con determinación, educó y mostró un corazón de madre venerable, canonizada por su bien universal.” Síguenos en Facebook. Si quieres estar informado has parte de nuestros grupo de WhatsApp.

 
 
 

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