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Mark David Chapman revela tras 45 años las verdaderas razones por las que asesinó a John Lennon

  • Foto del escritor: Tatty Umaña G
    Tatty Umaña G
  • 23 oct
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 24 oct

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El asesino de John Lennon confesó que mató al ex Beatle movido por la envidia, el ego y el deseo desesperado de ser famoso.


El crimen que estremeció al mundo


Han pasado 45 años desde aquella noche del 8 de diciembre de 1980, cuando John Lennon, símbolo mundial de la paz, fue asesinado a las puertas del edificio Dakota, en Nueva York. Su atacante, Mark David Chapman, tenía 25 años y una obsesión que lo llevó a planear durante meses un crimen que, según sus propias palabras, fue “totalmente egoísta”.


Hoy, a sus 70 años y aún recluido en la prisión de Green Haven Correctional Facility, Chapman confesó ante la junta de libertad condicional los motivos que lo impulsaron a matar al ex Beatle. Su declaración no solo revive uno de los episodios más oscuros de la música contemporánea, sino que deja al descubierto la mente de un hombre consumido por la envidia, la frustración y la búsqueda enfermiza de notoriedad.



Un crimen nacido del ego y la necesidad de reconocimiento


En su más reciente audiencia, el propio Chapman reconoció que el asesinato de Lennon fue un acto de vanidad. “Esto fue por mí y solo por mí”, declaró. “Tuvo todo que ver con su popularidad. Mi crimen fue completamente egoísta”.


Según sus palabras, la motivación detrás del disparo no fue ideológica ni impulsiva, sino una búsqueda consciente de fama. Chapman admitió que deseaba ser conocido, sentirse importante y romper con el anonimato que lo atormentaba.


“Quería ser famoso, ser algo que no era. Y luego me di cuenta de que había un objetivo aquí: no tenía que morir; podía ser alguien. Había caído tan bajo”, explicó.

Su obsesión con la fama fue creciendo en silencio, alimentada por una mezcla de admiración y resentimiento hacia el músico británico. Lennon representaba todo lo que Chapman no era: éxito, talento y amor global. En su mente, acabar con su vida era una forma de robarle su brillo y ocupar un lugar en la historia, aunque fuera desde la oscuridad.


La meticulosa planificación del asesinato


Chapman no actuó al azar. Durante meses, persiguió a Lennon, vigiló sus movimientos y estudió sus rutinas. Pasaba noches enteras esperando frente al edificio Dakota, sin lograr encontrarlo. La idea del asesinato se volvió un pensamiento constante, una especie de misión que fue incubando en silencio.


Finalmente, la mañana del 8 de diciembre de 1980, Chapman aseguró haber sentido una especie de certeza:


“La mañana del 8 de diciembre simplemente lo supe. No sé cómo, pero supe que ese sería el día.”

Aquel día, esperó pacientemente fuera del edificio donde vivía el artista junto a Yoko Ono. Cuando Lennon salió, Chapman se le acercó y le pidió un autógrafo, intentando parecer un fan más. El músico, amable como siempre, firmó su copia del álbum Double Fantasy. Horas después, cuando Lennon regresó a casa tras una sesión de grabación, Chapman lo esperaba en la misma entrada. En ese momento, sacó su revólver y disparó cinco veces, acabando con la vida del ex Beatle.


El acto fue frío, premeditado y calculado. Chapman no huyó: se quedó en el lugar leyendo El guardián entre el centeno, el libro que llevaba consigo y que, según su propio relato, simbolizaba su confusión mental y su intento de darle un sentido literario a su crimen.


Una confesión tardía y un arrepentimiento cuestionado


Durante su audiencia más reciente, Chapman aseguró no buscar ya la fama y se mostró arrepentido.


“Ya no tengo ningún interés en ser famoso. Pónganme bajo la alfombra, en cualquier lugar. No quiero ser famoso nunca más”, declaró.

Sin embargo, para las autoridades penitenciarias, ese arrepentimiento no ha sido suficiente. En 14 ocasiones ha solicitado la libertad condicional, pero en todas ha sido rechazada. El comité ha determinado que Chapman no ha mostrado un remordimiento genuino ni empatía significativa hacia su víctima ni hacia la familia de Lennon.


Su vida actual transcurre entre actividades rutinarias en prisión: juega voleibol, lee la Biblia y mantiene contacto con su esposa, con quien lleva más de cuatro décadas casado. Aun así, las palabras que pronunció reflejan la paradoja de su historia: buscó la fama con un crimen que lo condenó a la infamia eterna.


El precio del ego


El caso de Mark David Chapman continúa siendo un ejemplo extremo de cómo la obsesión por la notoriedad puede destruir vidas. Él mismo reconoció que el asesinato no tuvo ningún sentido más allá de su propio vacío: “No pensé en ellos, no me importaba”, dijo refiriéndose a la familia, amigos y fanáticos del músico.


Aquella noche de diciembre, Lennon, el artista que soñaba con un mundo sin violencia, cayó víctima de un hombre que deseaba ser alguien. Chapman logró su propósito: ser recordado, pero no como quería. No como músico, ni escritor, ni figura pública. Sino como el asesino del hombre que cantó Imagine.


El ego, la envidia y el afán de fama acabaron en una pérdida irreparable. Síguenos en Facebook. Si quieres estar informado, haz parte de nuestro grupo de WhatsApp.

 
 
 

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