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De la vereda al diploma: la esperanza de miles de jóvenes rurales que ahora podrán terminar el bachillerato

  • Foto del escritor: Tatty Umaña G
    Tatty Umaña G
  • 25 sept
  • 3 Min. de lectura
Ssuminisstrada
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Una deuda histórica con la educación rural


Durante décadas, en Colombia estudiar más allá de primaria ha sido un privilegio casi imposible para los niños y jóvenes que crecen en zonas apartadas. En muchas veredas, los caminos fangosos y las largas distancias hacia el colegio más cercano significaban que, tras cursar los primeros grados, la mayoría abandonaba los estudios para trabajar en el campo o buscar oficios temporales. Terminar el bachillerato sonaba más a un sueño que a una realidad.


Hoy, ese panorama empieza a cambiar. El Ministerio de Educación anunció que 5.600 estudiantes rurales ya pueden continuar su bachillerato gracias a la puesta en marcha de los Sistemas Integrados de Educación Media y Superior (SIMES). La estrategia, que abarca más de 270 colegios y escuelas en zonas apartadas, busca cerrar la brecha educativa entre el campo y las ciudades.


Los SIMES, una puerta para seguir estudiando


El programa consiste en ampliar grados de secundaria y media en instituciones rurales que antes solo ofrecían primaria, además de llevar más docentes especializados a estas regiones. Así, los estudiantes no tendrán que desplazarse largas horas hasta la cabecera municipal para seguir estudiando.


Con esta medida, miles de jóvenes pueden soñar con graduarse de bachilleres en su propia vereda, sin abandonar su entorno ni a sus familias. Además, los SIMES no se limitan a la educación básica: en algunos casos se articulan con programas de formación técnica y superior, lo que abre oportunidades de empleo y desarrollo local.


Voces que nacen desde las montañas


Para muchos jóvenes rurales, la noticia representa un cambio de vida. María Fernanda, una estudiante de 14 años de una escuela en Nariño, resume así su emoción: “Antes pensaba que solo llegaría hasta quinto de primaria porque mis papás no podían pagarme el transporte. Ahora puedo soñar con graduarme, y hasta quiero estudiar enfermería”.


Historias como la de María se repiten en distintas regiones del país. Jóvenes que antes tenían que resignarse a ayudar en la cosecha o migrar a la ciudad sin estudios, hoy sienten que la escuela les abre caminos.


El reto de los maestros en zonas apartadas


La estrategia también significa un reto enorme para los docentes. Enseñar en el campo no es sencillo: a veces los caminos son intransitables, las aulas no cuentan con conectividad y los recursos didácticos son escasos. Sin embargo, muchos maestros lo ven como un compromiso con la transformación de sus comunidades.


“Cada vez que un estudiante logra avanzar en sus estudios siento que estamos sembrando futuro. El campo necesita profesionales que regresen y generen desarrollo”, dice Juan Carlos, profesor rural en el Caquetá.


Educación que transforma comunidades


Más allá de las cifras, lo que está en juego es el futuro de comunidades enteras. La posibilidad de culminar el bachillerato no solo impacta la vida de los estudiantes, sino que fortalece el tejido social, genera esperanza y evita que miles de jóvenes terminen engrosando las filas del desempleo o de economías ilegales.


Los SIMES representan una inversión en equidad: dar a los hijos de campesinos, indígenas y afrodescendientes las mismas oportunidades que tienen quienes viven en las ciudades. En la medida en que más jóvenes se gradúen, también se abre la puerta para que regresen como maestros, técnicos, emprendedores o líderes de sus territorios.


El camino que falta por recorrer


Aunque el anuncio es esperanzador, la tarea no está terminada. Aún quedan miles de niños y jóvenes rurales que ven limitada su educación por falta de infraestructura, transporte escolar o conectividad digital. La meta es que el programa se amplíe a más regiones y que la calidad educativa también se fortalezca, para que los diplomas no sean solo un papel, sino una verdadera herramienta de cambio.


El bachillerato en el campo ya no es una utopía. Ahora, los sueños de los jóvenes rurales tienen más posibilidades de hacerse realidad.


A partir de hoy y hasta el 30 de septiembre la meta es superar los 1500 seguidores en Facebook igualmente en WhatsApp. Si lo logramos haremos una actividad genial llena de premios y sorpresas. ¿Te animas?

 
 
 

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