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De la discoteca al banquillo: historia de un crimen que estremeció a Ibagué

  • Foto del escritor: Tatty Umaña G
    Tatty Umaña G
  • 25 sept
  • 3 Min. de lectura
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Una herida abierta en el barrio San Pedro Alejandrino


Era la noche del 15 de diciembre de 2024. La música sonaba fuerte en una discoteca del barrio San Pedro Alejandrino, al sur de Ibagué. Lo que debía ser una jornada de fiesta terminó convertido en tragedia: dos hombres fueron atacados a bala frente a decenas de testigos.


Ese día, Farley Ospina Flórez, de 35 años, perdió la vida en el lugar de los hechos. Su amigo, Gonzalo Ramón Guzmán, de 32, alcanzó a ser trasladado al hospital Federico Lleras Acosta, pero falleció poco después a causa de las heridas. En cuestión de segundos, dos familias quedaron marcadas por el dolor y la ciudad sumó un nuevo capítulo a la larga historia de violencia urbana.


Meses de investigación silenciosa


Lo que siguió tras esa noche fue un trabajo paciente y minucioso. Los investigadores del grupo de vida de la SIJIN iniciaron la recolección de pruebas, revisaron horas de grabaciones de cámaras de seguridad, tomaron declaraciones de testigos y reconstruyeron, paso a paso, lo que ocurrió en esa discoteca.


El rompecabezas no tardó en señalar a dos hombres conocidos en el mundo criminal: John Fredy Forero Barrero, alias “Cachorro”, y José Jairo Rodríguez Gómez, alias “Soldado”. Según las pesquisas, el primero ingresó al lugar y disparó en repetidas ocasiones contra las víctimas. El segundo esperaba afuera en una motocicleta, listo para evacuar al sicario después del ataque.


Las capturas


La semana pasada, la justicia les cerró el cerco. Alias “Cachorro” fue detenido en vía pública del barrio Garzón, mientras que a alias “Soldado” le notificaron el nuevo proceso en su contra dentro de la cárcel de Picaleña, donde ya se encontraba recluido por el delito de extorsión.


El golpe judicial envía un mensaje claro: el doble homicidio no quedará en la impunidad.


Quiénes son “Cachorro” y “Soldado”


El prontuario de ambos refleja una vida marcada por la delincuencia.


Alias “Cachorro”, de 46 años, tiene antecedentes por homicidio, concierto para delinquir con fines de narcotráfico, tráfico de estupefacientes, porte ilegal de armas, hurto agravado y amenazas. En total, acumula más de ocho anotaciones judiciales.


Alias “Soldado”, de 37, suma más de 10 antecedentes por violencia intrafamiliar, homicidio, extorsión, tráfico de moneda falsificada, estupefacientes y hurto. Actualmente paga condena en el Coiba de Picaleña.



Entre los dos, superan las 24 anotaciones judiciales, una cifra que revela la reincidencia y la dificultad de erradicar a quienes se han dedicado al delito como forma de vida.


La voz de las autoridades


El coronel Diego Edixon Mora Muñoz, comandante de la Policía Metropolitana de Ibagué, fue contundente al respecto:


“La captura de alias Cachorro y alias Soldado es el resultado del esfuerzo articulado de nuestros investigadores y la Fiscalía. El mensaje es claro: cero impunidad y cero tolerancia al delito. Este año ya son más de 66 personas capturadas por homicidio en la ciudad”.



El otro lado de la noticia: el dolor de las familias


Más allá de las cifras y de los nombres que circulan en expedientes judiciales, hay familias que quedaron incompletas. La madre de Farley Ospina aún recuerda cómo su hijo salió de casa esa noche con la ilusión de reencontrarse con amigos. Nunca volvió.


Los allegados de Gonzalo Guzmán tampoco entienden cómo un joven trabajador terminó siendo víctima de una violencia que parece no tener freno. En los barrios, el miedo sigue presente: muchos prefieren no hablar, pero saben que los disparos de diciembre dejaron una cicatriz que no se borra fácil.


Un reto pendiente para la ciudad


Las capturas son un avance, pero no resuelven el fondo del problema: Ibagué enfrenta retos enormes frente a la criminalidad. Los homicidios, la extorsión y el microtráfico siguen siendo fenómenos que afectan la tranquilidad de los ciudadanos.


El caso de “Cachorro” y “Soldado” refleja que, pese a los esfuerzos, hay estructuras criminales que se reciclan y permanecen activas, poniendo en riesgo a los barrios más populares.


El desafío no solo es judicial: también es social. Mientras haya jóvenes que vean en el crimen una alternativa, la ciudad seguirá repitiendo estas historias.


Memoria y justicia


Aunque la captura de estos dos hombres no devuelve la vida a Farley ni a Gonzalo, sí representa un paso hacia la justicia. Para sus familias, significa al menos la certeza de que los responsables enfrentarán un juicio.


En un país donde la impunidad ronda el 70 % en casos de homicidio, cada investigación que llega a buen término es un mensaje de esperanza: la violencia no puede normalizarse, y cada víctima merece memoria y verdad.

 
 
 

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