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Colegio Rosarista de Ibagué: educar con valores, empatía y justicia restaurativa

  • Foto del escritor: Tatty Umaña G
    Tatty Umaña G
  • 21 sept
  • 5 Min. de lectura
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En medio del bullicio de una ciudad que crece a ritmo acelerado, el Colegio Rosarista de Ibagué se abre paso como un espacio donde la educación trasciende los salones de clase. Aquí, aprender no se limita a resolver ecuaciones o memorizar fechas históricas; se trata de formar seres humanos íntegros, capaces de enfrentar el mundo con empatía, respeto y compromiso con la paz.


En sus pasillos se respira algo distinto. No es solo la disciplina académica lo que caracteriza al colegio, sino la convicción de que cada estudiante merece ser escuchado y acompañado en su proceso de crecimiento. Esa filosofía se refleja en sus programas educativos, en el impulso al deporte y en la forma como han asumido la justicia restaurativa como herramienta pedagógica para transformar conflictos en oportunidades de aprendizaje.


Una comunidad educativa con propósito


El Colegio Rosarista no se define únicamente como una institución académica. Para quienes lo conforman, es una comunidad viva, donde estudiantes, docentes y familias comparten la convicción de que la educación es el camino más sólido para construir futuro.


Cada proyecto escolar está impregnado de un enfoque humano: las clases buscan no solo impartir conocimiento, sino fomentar la curiosidad y el pensamiento crítico. Los docentes son guías y acompañantes que, más allá de enseñar, inspiran. Y los estudiantes encuentran un entorno en el que se sienten parte de algo más grande, un lugar donde sus talentos son reconocidos y sus voces tienen eco.


Educación en valores: la base de todo


El sello rosarista se sostiene en una formación en valores que no se queda en el papel, sino que se vive día a día. La empatía es uno de los pilares, promovida en actividades que invitan a ponerse en los zapatos del otro, a comprender realidades distintas y a tender puentes en lugar de levantar muros.


El respeto, la solidaridad y la responsabilidad también ocupan un lugar central. No se trata de normas rígidas, sino de principios que orientan la convivencia. Así, el colegio busca que los estudiantes no solo sean competentes académicamente, sino también ciudadanos conscientes y comprometidos con su entorno.


Justicia restaurativa: aprender a reparar y no a castigar


Uno de los aspectos más innovadores del Colegio Rosarista es su apuesta por la justicia restaurativa. En lugar de recurrir a castigos que dividen y aíslan, la institución ha decidido implementar un modelo en el que los conflictos se abordan como oportunidades de crecimiento.


Cuando surge un desacuerdo entre compañeros, no se busca señalar culpables, sino comprender qué pasó, cómo se sintieron las personas involucradas y qué acciones pueden reparar el daño. Se organizan círculos de diálogo en los que los estudiantes participan activamente y aprenden que cada acto tiene consecuencias, pero también que existe siempre la posibilidad de reconciliación.


Este enfoque no solo fortalece la convivencia escolar, sino que prepara a los jóvenes para enfrentar la vida con una visión más humana de la justicia, en la que el perdón y la reparación son más valiosos que la sanción.


El deporte como escuela de vida


En el Colegio Rosarista, las canchas y los escenarios deportivos son tan importantes como las aulas. La institución ha entendido que el deporte es una herramienta poderosa para formar carácter, disciplina y espíritu de equipo.


Niños y jóvenes encuentran en el fútbol, el baloncesto, el voleibol o el atletismo no solo una actividad física, sino un espacio para descubrir sus fortalezas y aprender a trabajar en comunidad. La competencia sana, el respeto por el rival y la constancia en los entrenamientos se convierten en lecciones que trascienden el juego y se trasladan a la vida diaria.


Además, el colegio promueve el deporte como alternativa de desarrollo y prevención. En una sociedad donde los adolescentes enfrentan múltiples riesgos, el deporte aparece como un refugio que les permite canalizar energías, construir amistades y proyectar sueños.


La paz empieza en el aula


Uno de los logros más destacados del Colegio Rosarista es haber hecho de la educación para la paz un eje transversal. Desde las clases hasta los proyectos comunitarios, la institución impulsa la idea de que la paz no es un concepto abstracto, sino una práctica cotidiana que se construye en los pequeños gestos.


Los estudiantes participan en campañas de reconciliación, en proyectos sociales que benefician a comunidades vulnerables y en actividades que promueven el diálogo y la tolerancia. Todo esto se traduce en una generación más consciente de su papel como agentes de cambio en un país que todavía enfrenta heridas del pasado.


Historias que inspiran


Caminar por los pasillos del Colegio Rosarista es encontrarse con historias que inspiran. Estudiantes que descubren en el arte una manera de expresar sus emociones, jóvenes que hallan en el deporte un camino para superar dificultades personales, y maestros que, con paciencia y vocación, acompañan procesos de transformación que van más allá de lo académico.


Una estudiante de secundaria recuerda cómo, gracias a los círculos de diálogo, logró reconciliarse con una compañera después de un malentendido que parecía irreparable. Un niño de primaria cuenta con orgullo cómo aprendió a pedir disculpas y a escuchar, porque “en este colegio uno aprende a ponerse en el corazón del otro”.


Estas historias, sencillas pero profundas, son la mejor evidencia de que el colegio no es solo un lugar para aprender, sino un espacio donde se siembra humanidad.


Un modelo educativo que trasciende


El Colegio Rosarista de Ibagué demuestra que la educación puede ser distinta. Que formar para la vida exige tanto la rigurosidad académica como la sensibilidad humana. Que enseñar no es repetir contenidos, sino abrir caminos para que cada estudiante descubra su propósito y aprenda a convivir con los demás.


En tiempos en los que la sociedad enfrenta retos de violencia, desigualdad y pérdida de valores, la propuesta educativa del colegio se convierte en un faro. Una invitación a repensar cómo estamos formando a las nuevas generaciones y a reconocer que, en medio de los desafíos, es posible construir una educación más humana y transformadora.


Reflexión final


El Colegio Rosarista no busca ser solo un referente académico, sino un espacio donde la empatía, la paz y el respeto se convierten en formas de vida. Su apuesta por la justicia restaurativa y su convicción de que el deporte y la cultura son caminos de formación integral lo consolidan como una institución que educa con el corazón.


En Ibagué, donde las dinámicas sociales exigen respuestas creativas y profundas, el colegio aporta un modelo que inspira y deja claro que la verdadera educación no solo se mide en resultados académicos, sino en la capacidad de formar seres humanos capaces de transformar el mundo con valores y esperanza.


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